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LA LUCHA DE UN FUTBOLISTA HOMOSEXUAL ALEMÁN


Marcus Urban.

Marcus Urban (1971) tenía el potencial para convertirse en uno de los mejores futbolistas profesionales de Alemania. A los siete años ingresó al equipo Motor Weimer, un club de Turingia en el que permaneció hasta 1984. Ese mismo año ingresó al Rot-Weiß Erfurt, de segunda división. Su talento era innegable. En 1986, “la joven promesa” fue convocada para unirse a la selección juvenil de la extinta República Democrática Alemana. Pero había un problema, aunque nadie lo sabía: Marcus era gay.

Con su carrera en frenético ascenso, el tiempo le exigía decidir pronto: o hacía realidad su sueño de convertirse en estrella del futbol y ocultaba su naturaleza o se declaraba homosexual y lo perdía todo.

Urban personifica una historia de éxito truncada. No llegó a ser estrella del futbol. Fue el precio que pagó por ser homosexual. Salió del clóset en 1994 (tenía 23 años), en una época de apertura incipiente. “En el tiempo de la Alemania oriental, los homo eran todavía tabú”, recuerda. Para entonces, su vida se había convertido en un infierno debido al desasosiego causado por el peso de llevar una doble vida. Se sentía vulnerable al enjuiciamiento social, además, arrastraba una infancia infeliz y una adolescencia atroz, sin información adecuada que le permitiera solventar “su problemática”.

“Desde niño tuve muchos conflictos internos, porque la homosexualidad nunca fue un tema social en la RDA. No conocía a otros homosexuales o lesbianas, y lo peor era pensar que estaba enfermo o que algo andaba mal conmigo. Nadie me ayudó. Me encontraba completamente solo. En esa etapa, lo único que hacía era sobrevivir. Elegí ser futbolista porque el deporte me dio mucha autoestima, pero al mismo tiempo me conflictuaba tener que esconderme”, declara en entrevista a propósito de su nuevo proyecto: la conformación de la primera selección alemana de futbol gay-bi-hétero denominada Team Vielfalt (Equipo diversidad), que fue anunciada oficialmente el pasado 20 de agosto.

Generar conciencia y prevenir conflictos. A partir de esta filosofía, pretende combatir la homofobia y ayudar a otros a librar el trance que supone legitimar su naturaleza gay. Tras la publicación de su libro Jugando a las escondidas. La historia del futbolista gay Marcus Urban (2008), de enorme influencia en Alemania, se le nombró Asesor para la Diversidad en las ciudades de Berlín, Hamburgo y Weimar. Su labor como entrenador personal y consultor trasciende el mero tema de la sexualidad, igualmente atiende problemáticas de discriminación racial, de género o por edad y religiosa, aunque su especialidad se enfoca en el ejercicio de la revelación, en la declaración de otros.

ACEPTARSE Y SER ACEPTADO

No es fácil declararse homosexual. Sentimientos de impotencia, angustia, incomprensión, miedo de ser juzgados, temor a las agresiones físicas e incluso terror de perder la vida mantienen a los futbolistas gay inmersos en la oscuridad. La confesión ha significado para varios su ruina profesional. Tal es el caso de los estadunidenses Robbie Rogers (25) y David Testo (31), echado del Montreal Impact tras declararse gay en 2011. El club canadiense se negó a renovar su contrato y Testo lleva más de un año desempleado.

Con una actitud mucho más sosegada, el jugador sueco Anton Hysén (20) confesó su gusto por los hombres y se declaró fuerte para encarar la presión social. Después del trágico caso de Justin Fashanu ―quien se reveló homosexual en 1990 y se suicidó ocho años después―, el ex seleccionado francés Olivier Rouyer fue el siguiente de la lista, aunque prefirió guardar silencio varios años. Fue hasta 2008 cuando Rouyer, de 52 años, aceptó públicamente ser homosexual. El ahora comentarista de televisión manifestó que a su retiro del futbol le arrebataron la oportunidad de ser entrenador debido a “su condición”. El caso más reciente es el del portero del Bayern Münich, Manuel Neuer, quien hace más de un año animó a los futbolistas gay a salir del clóset.

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