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SEIS JUGADORES ALBOS ENTREGAN SUS MIRADAS A LOS ÚLTIMOS 60 AÑOS

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Mi súperclasico.

Manuel Muñoz, 1953
“Jugábamos a estadio lleno. Era otra categoría de fútbol, con jugadores extraordinarios: el chico Cremaschi, Sáez, Valjalo, los hermanos Robledo, Cuá Cuá Hormazábal, el chino Aranda…
Nosotros atacábamos con cinco, a veces con cuatro jugadores. Era otro fútbol, teníamos mucho corazón para jugar.
En esos tiempos, con los mismos periodistas y los jugadores de la U nos juntábamos, éramos amigos. El más amigo mío fue Leonel Sánchez, éramos uña y carne. Él estaba recién debutando, yo era mayor. Además yo era inter izquierdo, él puntero izquierdo.
Debuté el 49 con la U. Jugamos en el estadio Nacional, no conocía el estadio, nunca en mi vida había visto tanta gente, parecía que me tiraban de los pelos para arriba cuando salí a la cancha. Jugaba el doctor Ibáñez al arco en la U.
En 1953 salimos campeones y les ganamos 4-0. Dos goles de Robledo, uno mío y otro de Aranda.
Con Robledo nos entendíamos muy bien. Yo le decía: “¡Gringo, ven pa acá!”. Lo único que entendía era cuando lo llamaban. Siempre jugaba a ras de suelo y abría la cancha. Igual que Ted Robledo, su hermano.
Para jugar bien un clásico hay que haber nacido futbolista. Nacer en los barrios, jugar desde ahí. Ahí surge un buen jugador.
¡Un saludo a todos los colocolinos!”

José González, 1963
“En 1963 salimos campeones y le ganamos a la U 2-0, con goles de Chamaco Valdés y Luis Hernán Álvarez. Yo jugué ese partido.
La verdad es que no le dábamos mayor importancia a los rivales, siempre pensábamos que Colo-Colo era superior a todos, aunque fuera la U. Siempre jugábamos de la misma manera: al ataque y presionando.
El año 63 Luis Hernán (Álvarez) se caracterizaba, igual que Juanito Soto, por ser un jugador de área. No eran jugadores de conjunto. Los que elaboraban la jugada eran el flaco Bello y Chamaco Valdés por la izquierda y por el lado derecho Walter Jiménez con Mario Moreno. Más Cuá Cuá Hormazábal. Óscar Montalva por derecha y yo nos íbamos al ataque también. Álvarez era el pivot y hacía los goles.
Chamaco se estaba iniciando y aprendió de Cuá-Cuá Hormazábal, al igual que Jorge Toro, que ya estaba en Italia.
Ese título al final lo celebramos en un restaurante que había arriba del cine Astor, en Estado con Huérfanos. Llegó don Jovino Novoa, don Guillermo Herrera, Luis Valdés y otros dirigentes. Ahí me rajé yo con dos botellas de whisky. El flaco (Misael) Escuti me dijo: ‘Cómo vay a pagar eso. Si los dirigentes tienen que pagarlas’. Y yo le dije: ‘Pero si no nos quieren comprar’ (risas)”.

Sergio Ramírez, 1970
“Hay un partido muy importante, cuando estábamos jugando la Liguilla. Era el primer partido y no tuvimos problemas.
Eran los clásicos buenos buenos, con muchos jugadores del Ballet. Jugábamos 4-2-4 más al ataque que defender. El 6 era más de ataque que defender. En el 70 yo jugué de 8. El Chita marcaba y jugaba como 6.
Jugar con la U es un clásico que todos quieren jugar. En la U tenía varios amigos como Leonel, que jugó con nosotros ese 70. Se jugaba y sin tantas peleas. No pasaba de estar enojado y cosas así. No había problemas y alegatos.
Siempre tenía encontrones con Rubén Marcos. Echaba sus ‘aliñás’. Pero terminaban ahí. Un pequeño insulto y listo. Eran pa’ picarlo a uno. O yo le tiraba una, para que picara.
Después éramos todos amigos con Luis Eyzaguirre, el mismo Rubén, eran mis amigos.
En un clásico lo principal es entrar a ganar. A atacar. No entrar a defenderse. Si la única manera que puedes ganar es atacando. Si tú atacas, buscas las opciones más rápidas de hacer los goles. Esa es la forma de Colo-Colo”.

Leonel Herrera, 1982
“El que más recuerdo fue el que jugamos cuando le ganamos 1-0 a la U cuando Alejandro Hisis se tiró de palomita en el área y le pegó con el puño a la pelota. En la línea del arco un jugador de ellos agarró la pelota con la mano pensando que el árbitro había cobrado mano. Pero el árbitro cobró penal.
Alejandro pegó el puñetazo pegado a la cabeza y no se notó mucho.
Estuvimos como cinco minutos alegando. Ellos alegaban y discutían y quedó la crema. Después tuve la responsabilidad de tirar el penal. Estadio lleno, Nacional. Lo hice y ganamos 1-0.
Significó un embrollo por el asunto del penal pero al final le ganamos igual.
Para ganar un clásico hay que tener pachorra. Algo que debe venir de un proceso largo. Hay que enseñarles a los cabros chicos en cadetes, a los 10 años, lo que significa ganarle a la U, lo que significa la camiseta; enseñarle la historia del club, el himno, cómo se formó Colo-Colo y todo eso. De ahí parte la base.
La importancia de jugar contra la U es esa. Sí o sí hay que ganar. Como sea. El empate no nos sirve. En este torneo, la única forma de que empiecen a ponerse un poco nerviosos es que ganemos el domingo. De ahí puede pasar cualquier cosa”.

Raúl Ormeño, 1990
“Jugar el primer clásico, con la cancha del Monumental que era una alfombra, con un estadio completamente lleno, la mayoría gente de Colo-Colo, era especial. Yo, capitán del equipo, eran cosas importantes para mí. Era como un sueño hecho realidad. Yo conocí el Monumental cuando era un hoyo y entrenaba ahí cuando era un hoyo. Seguí toda la secuencia de la construcción.
Yo tenía una pubalgia. Fui el primero que tuvo pubalgia en Chile (risas). El año 83, estuve parado como cinco meses. Hoy es una lesión de moda. Lo manejaba en Colo-Colo y en la selección, incluso en mis mejores momentos de mi carrera. Pero Arturo (Salah) y Mirko me sacaban como a los 65 ó 70 minutos, era el primer cambio muchas veces, porque no daba más.
Se venía ese minuto para supuestamente salir, me la tiró hacia tras Rubén Espinoza y a mí los dos abductores me dolían mucho. Entonces la dejé pasar un poco hacia la izquierda y la metí en un ángulo.
Sí, siempre jugué con algún dolor. El 83 me lesioné cinco meses y aparecieron tres pendejos: Jaime Vera, Jaime Pizarro y Alejandro Hisis. Había terminado muy bien el 82 y ahí aparecieron esos pendejos que me hacían más difícil mi carrera.
Yo jugaba bien al fútbol, bien técnico pero era súper flojo entonces tuve que cambiar mi forma. Llegó el Checho Navarro con Ferenc Puskas y ellos cambiaron mi actitud. Era flojo, miedoso y ellos cambiaron mi personalidad. Pesaba 60 kilos y en un año me hicieron subir ocho kilos”.

Luis Mena, 2006
“En la final del Apertura nosotros éramos los encargados del tiro libre. Cuando Matías (Fernández) agarra la pelota sobre el final de la ida, lo normal era que me la movía y yo le pegaba fuerte. Pero Matías me dijo: ‘Yo le pego’. Extraño porque él no tenía esa personalidad. ‘Pero pégale con fe sí’, le dije. Hizo el gol y ganamos 2-1 ese primer partido.
Sabíamos que habíamos hecho la primera parte de la pega. Era un equipo difícil la U, además no tenían nada que perder. Nos apedrearon el rancho un buen rato en la vuelta. Salimos 0-0 al entretiempo pero con muchas posibilidades de ir perdiendo.
Cuando nos hace el gol (Luis Pedro) Figueroa, la esperanza era ir a los penales. Nosotros no jugamos bien ese partido, fue uno de los partidos bajos de esa época.
Sobre el final, Marcelo Salas tuvo el gol con un cabezazo. Me tiré encima nomás, porque no llegaba a pelearla y cabeceó pero fuera. Ya en el primer partido le pegué tremenda patada a Salas…
Justo antes de terminar el partido, salto y Andrés González me pegó en el talón, sin querer, en la caída. Sentía la molestia pero era un tema mental.
En los penales había confianza. En un momento dijimos: ‘Vamos a los penales’ y sabíamos que teníamos buenos pateadores. Tuve mala fortuna en mi lanzamiento, se me fue un poquito abierto. Iba con la convicción de pegarle fuerte y al medio. Fue el único penal de mi carrera que se me fue. Después de ese penal dije: ‘No pateo nunca más’. Pero el Bichi me obligó en la Sudamericana 2007 ante Millonarios. Y sí, lo hice”.