De Los Medios Internacionales.
Un caso de pederastia ha dejado al descubierto un escándalo de encubrimiento y corrupción burocrática en el fútbol universitario de Estados Unidos, que es un gran negocio enmascarado como deporte amateur.
El asunto se remonta a 2002, cuando Joe Paterno, el legendario director técnico del equipo de fútbol americano de la Universidad de Pennsylvania, fue informado de que el coordinador defensivo del equipo, Jerry Sandusky, había sido sorprendido en las duchas "sodomizando a un niño de unos 10 años".
El testigo, Mike McCreary, tras consultarlo con la almohada, informó al día siguiente a Paterno, quien a su vez mencionó el asunto a su superior en la jerarquía de la universidad, pero sin darle mayor importancia.
Ahora, después de que un Grand Jury (jurado que decide si hay suficientes elementos de juicio para procesar a un acusado) recibiera testimonios sobre el presunto abuso de otros siete niños y adolescentes por parte de Sandusky, 40 casos en total a lo largo de 15 años, la Junta de Gobernadores de la Universidad despidió sumariamente a Paterno y al mismísimo rector, Graham Spanier.
McCreary declaró al Grand Jury que había descrito en forma explícita la naturaleza del acto al hablar con Paterno. Éste, a su vez, sostuvo que el denunciante sólo le había hablado de "algo que le incomodó".
Alguien miente, por supuesto, y los gobernadores han llegado a la conclusión de que fueron Paterno y los otros burócratas, entre ellos el rector.
El caso se estuvo incubando todos estos años, durante los cuales Paterno, Spanier y otros trataron supuestamente de sofocar el escándalo, con el fin de proteger el programa de fútbol, que rinde enormes ganancias a la Universidad, pero los acontecimientos se precipitaron tras el arresto de Sandusky.
Paterno, que a los 84 años era un patriarca muy respetado en todo el país, con una trayectoria de 46 temporadas en el equipo universitario, ofreció retirarse a fin de año, pero los gobernadores decidieron despedirlo en el acto.
El hecho de que Paterno y Spanier, así como antes McCreary, no acudieran a la policía, dada la gravedad de los hechos, salpica la integridad de la Universidad.
Antes que amparar a un pederasta recalcitrante, con una extensa trayectoria criminal, el técnico y el rector de la Universidad quisieron proteger la reputación del programa de fútbol, que es la gallina de los huevos de oro.
La imagen de Jerry Sandusky fue borrada de un mural de la Universidad de Pennsylvania.
Queda por verse cuál de estos dos actos tiene implicaciones más graves.
Las sumas en juego son cuantiosas. Según un informe publicado por la revista Forbes, el programa de fútbol de la Universidad de Texas significó un ingreso de 94 millones de dólares el año pasado, de los cuales 69 millones fueron ganancia neta.
Henry Giroux, autor de un libro de título muy sugestivo, "La Universidad encadenada", afirma que el problema no se limita a un caso particular en la Universidad de Pennsylvania, sino que se trata de "la corrupción del sistema universitario por los grandes negocios, el deporte profesionalizado, el poder corporativo y la búsqueda insaciable de ganancias".
Lo cierto es que el fútbol significa un ingreso multimillonario para las grandes universidades: el dinero llueve en concepto de entradas, derechos de televisión, venta de equipos y donaciones de ex alumnos multimillonarios.
Nada menos que 15 colegios universitarios tienen arenas con mayor capacidad que el mayor estadio profesional, el de los Gigantes de Nueva York. El de la Universidad de Michigan puede recibir a 115.000 espectadores.
Todo esto significa un inmenso potencial económico, que las universidades aprovechan y gestionan con llamativa libertad.
Al mismo tiempo, los jugadores, alumnos de las universidades, deben ajustarse a un código de amateurismo que en el fondo es violado en forma sistemática, ya que los equipos profesionales saben cómo aceitar las bisagras para asegurarse la firma de los egresados más prometedores... y esto implica una serie de mordidas repartidas por todo el sistema y las familias de los jugadores.
El amateurismo del fútbol universitario es sostenido, como una fachada Potemkin, por un organismo denominado National Collegiate Athletic Association (NCAA), que reparte alrededor de 2.000 millones de dólares todos los años en becas, socorro financiero y apoyo académico para los estudiantes que participan en los programas de fútbol de las universidades.
Los jugadores pueden recibir pequeños viáticos para gastos menudos, así como algunos comestibles básicos (galletas, queso, manteca de maní) para distraer el hambre durante viajes y entrenamientos, pero en la práctica muchos estudiantes burlan el sistema, recibiendo "regalos" de los equipos profesionales que quieren asegurarse su firma cuando terminen los estudios.
El peso de la burocracia cae sobre los ingenuos, como Terrelle Pryor, "mariscal" del equipo de la Universidad del Estado de Ohio, que vendió por 2.500 dólares tres de sus trofeos deportivos: lo castigaron con una suspensión por cinco partidos de su primer año como profesional, en los Oaklands Raiders de la NFL, y lo obligaron a donar el dinero a obras de beneficencia.
Nadie sale bien parado de estos vergonzosos episodios, ni siquiera el denunciante original del abuso, Mike McCreary, quien en vez de intervenir se retiró del lugar y sólo denunció el caso a Paterno al día siguiente, cruzándose luego de brazos hasta que fue citado por el Grand Jury.
Y en cuanto a Joe Paterno, el gran veterano del deporte universitario, el famoso "león otoñal", una de las glorias del deporte americano, su caída ha sido estrepitosa, a pesar del tenaz apoyo que le dieron sus numerosos admiradores.
El viejo era famoso porque nada escapaba a su escrutinio... salvo detalles a los que no le convenía prestar atención. Y por eso le han pasado la factura.
Una vergüenza que pone en entredicho uno de los pilares del deporte estadounidense y cuya mancha no se borrará nunca.
El Blog de Lalo - BBC
Fotografía Getty Images
Un caso de pederastia ha dejado al descubierto un escándalo de encubrimiento y corrupción burocrática en el fútbol universitario de Estados Unidos, que es un gran negocio enmascarado como deporte amateur.
El asunto se remonta a 2002, cuando Joe Paterno, el legendario director técnico del equipo de fútbol americano de la Universidad de Pennsylvania, fue informado de que el coordinador defensivo del equipo, Jerry Sandusky, había sido sorprendido en las duchas "sodomizando a un niño de unos 10 años".
El testigo, Mike McCreary, tras consultarlo con la almohada, informó al día siguiente a Paterno, quien a su vez mencionó el asunto a su superior en la jerarquía de la universidad, pero sin darle mayor importancia.
Ahora, después de que un Grand Jury (jurado que decide si hay suficientes elementos de juicio para procesar a un acusado) recibiera testimonios sobre el presunto abuso de otros siete niños y adolescentes por parte de Sandusky, 40 casos en total a lo largo de 15 años, la Junta de Gobernadores de la Universidad despidió sumariamente a Paterno y al mismísimo rector, Graham Spanier.
McCreary declaró al Grand Jury que había descrito en forma explícita la naturaleza del acto al hablar con Paterno. Éste, a su vez, sostuvo que el denunciante sólo le había hablado de "algo que le incomodó".
Alguien miente, por supuesto, y los gobernadores han llegado a la conclusión de que fueron Paterno y los otros burócratas, entre ellos el rector.
El caso se estuvo incubando todos estos años, durante los cuales Paterno, Spanier y otros trataron supuestamente de sofocar el escándalo, con el fin de proteger el programa de fútbol, que rinde enormes ganancias a la Universidad, pero los acontecimientos se precipitaron tras el arresto de Sandusky.
Paterno, que a los 84 años era un patriarca muy respetado en todo el país, con una trayectoria de 46 temporadas en el equipo universitario, ofreció retirarse a fin de año, pero los gobernadores decidieron despedirlo en el acto.
El hecho de que Paterno y Spanier, así como antes McCreary, no acudieran a la policía, dada la gravedad de los hechos, salpica la integridad de la Universidad.
Antes que amparar a un pederasta recalcitrante, con una extensa trayectoria criminal, el técnico y el rector de la Universidad quisieron proteger la reputación del programa de fútbol, que es la gallina de los huevos de oro.
La imagen de Jerry Sandusky fue borrada de un mural de la Universidad de Pennsylvania.
Queda por verse cuál de estos dos actos tiene implicaciones más graves.
Las sumas en juego son cuantiosas. Según un informe publicado por la revista Forbes, el programa de fútbol de la Universidad de Texas significó un ingreso de 94 millones de dólares el año pasado, de los cuales 69 millones fueron ganancia neta.
Henry Giroux, autor de un libro de título muy sugestivo, "La Universidad encadenada", afirma que el problema no se limita a un caso particular en la Universidad de Pennsylvania, sino que se trata de "la corrupción del sistema universitario por los grandes negocios, el deporte profesionalizado, el poder corporativo y la búsqueda insaciable de ganancias".
Lo cierto es que el fútbol significa un ingreso multimillonario para las grandes universidades: el dinero llueve en concepto de entradas, derechos de televisión, venta de equipos y donaciones de ex alumnos multimillonarios.
Nada menos que 15 colegios universitarios tienen arenas con mayor capacidad que el mayor estadio profesional, el de los Gigantes de Nueva York. El de la Universidad de Michigan puede recibir a 115.000 espectadores.
Todo esto significa un inmenso potencial económico, que las universidades aprovechan y gestionan con llamativa libertad.
Al mismo tiempo, los jugadores, alumnos de las universidades, deben ajustarse a un código de amateurismo que en el fondo es violado en forma sistemática, ya que los equipos profesionales saben cómo aceitar las bisagras para asegurarse la firma de los egresados más prometedores... y esto implica una serie de mordidas repartidas por todo el sistema y las familias de los jugadores.
El amateurismo del fútbol universitario es sostenido, como una fachada Potemkin, por un organismo denominado National Collegiate Athletic Association (NCAA), que reparte alrededor de 2.000 millones de dólares todos los años en becas, socorro financiero y apoyo académico para los estudiantes que participan en los programas de fútbol de las universidades.
Los jugadores pueden recibir pequeños viáticos para gastos menudos, así como algunos comestibles básicos (galletas, queso, manteca de maní) para distraer el hambre durante viajes y entrenamientos, pero en la práctica muchos estudiantes burlan el sistema, recibiendo "regalos" de los equipos profesionales que quieren asegurarse su firma cuando terminen los estudios.
El peso de la burocracia cae sobre los ingenuos, como Terrelle Pryor, "mariscal" del equipo de la Universidad del Estado de Ohio, que vendió por 2.500 dólares tres de sus trofeos deportivos: lo castigaron con una suspensión por cinco partidos de su primer año como profesional, en los Oaklands Raiders de la NFL, y lo obligaron a donar el dinero a obras de beneficencia.
Nadie sale bien parado de estos vergonzosos episodios, ni siquiera el denunciante original del abuso, Mike McCreary, quien en vez de intervenir se retiró del lugar y sólo denunció el caso a Paterno al día siguiente, cruzándose luego de brazos hasta que fue citado por el Grand Jury.
Y en cuanto a Joe Paterno, el gran veterano del deporte universitario, el famoso "león otoñal", una de las glorias del deporte americano, su caída ha sido estrepitosa, a pesar del tenaz apoyo que le dieron sus numerosos admiradores.
El viejo era famoso porque nada escapaba a su escrutinio... salvo detalles a los que no le convenía prestar atención. Y por eso le han pasado la factura.
Una vergüenza que pone en entredicho uno de los pilares del deporte estadounidense y cuya mancha no se borrará nunca.
El Blog de Lalo - BBC
Fotografía Getty Images
