De Los Medios Internacionales.
Los deportes influyen en la respiración de modos diferentes según la disciplina que se practique. Muchas prácticas atléticas de fondo, mediofondo y alpinísticas por ejemplo, tienen elevadas necesidades de ventilación y de consumo de oxígeno. Y aún más, la actividad deportiva influye en la función respiratoria de la sangre. En el curso de una intensa actividad física de tipo aeróbico aumenta la frecuencia y la profundidad de la respiración y, por lo tanto, también la oxigenación de la sangre: esto trae una sensación de bienestar.
La actividad deportiva tiene, ciertamente, una acción positiva en el organismo. Pero si una persona que practica deportes fuma, podrá sufrir igualmente de bronquitis porque la causa de esta patología es la inhalación de sustancias nocivas.
El ejercicio físico habitual puede ayudar a quienes sufren de afecciones respiratorias crónicas y de asma bronquial. En el primer caso, se indican ejercicios que tienden a mejorar el tono de la musculatura torácica, como el jogging, el ciclismo y la natación. En el caso del asma bronquial, especialmente en el joven, la práctica deportiva conlleva una sensación de bienestar, que repercute también a nivel psíquico.
Hoy no tiene más sentido la postura hiperprotectora de los padres, que le impiden al niño la posibilidad de un buen desempeño deportivo porque temen que si es asmático, pueda tener una crisis broncoespástica. No tiene sentido porque de tal modo se le prohíbe que desarrolle una actividad física en la edad en que esta resulta más útil para alcanzar un equilibrado desarrollo psicofísico. El paciente, seguido con una terapia farmacológica de apoyo, puede optar por una actividad física con menos riesgos.