El 26 de diciembre de 1978, un puñado de aventureros iniciaban en París una andanza que pronto convirtió en leyenda. Con el año nuevo tomaron alegres la salida en París, atendiendo la llamada de Thierry Sabine, para reunirse veinte días después en las playas de Dakar, la capital de Senegal. Entonces no eran conscientes de que con ellos nacía una leyenda.
El Rallye de Montecarlo, el Gran Premio de Mónaco, las 24 Horas de Le Mans o las 500 Millas de Indianápolis son pruebas legendarias, míticas. Imponerse en ellas es, para pilotos y marcas, más importante incluso que ganar el campeonato del mundo. Sin embargo, a finales del siglo XX, su supremacía como competencias estrella fue cuestionada con el Dakar. En su leyenda, formada en muy pocos años, posiblemente influye la trágica muerte de su creador, Thierry Sabine, en un accidente de helicóptero, pero, sobre todo, el grado de dificultad que debían superar los participantes.El Dakar no es una prueba más, una carrera loca. Es la carrera más difícil de todas, y en la que los participantes deben superar tantas dificultades que concluirla ya constituye un triunfo. Hay que conseguir un presupuesto elevado, hacerse con un coche adecuado, montar una difícil logística y superar la dureza y crudeza del desierto y los caprichos de la mecánica. En suma, el Dakar quería recuperar el tono de lo que fue el Pekin-París de 1907, poniéndolo al alcance de todo el mundo.Los primeros Dakar fueron una gran aventura, pero se disputaron básicamente por pistas. El recorrido de cada etapa era todavía muy aproximado y, en ocasiones, se conocían solo los puntos de salida y llegada. Los participantes, además, debían procurase la intendencia sobre la marcha, desde la gasolina hasta los alimentos, pasando por los recambios. La solidaridad, la necesidad de ayudarse unos a otros, era básica.
El éxito de la primera edición y la resonancia que tuvo (en enero, hasta finales del mes, no había otra competencia del motor, el Montecarlo) hicieron que las fabricas se interesaran de forma inmediata por la carrera. Y la prueba comenzó a complicarse. Llegaron los camiones de asistencia, los pilotos profesionales, la logística. Y el Dakar fue considerado por los jóvenes y no tan jóvenes ejecutivos como una dura prueba a superar.Escándalos, golpes mediaticos, participación de estrellas y personajes populares de la prensa de corazón, pero también accidentes mortales y pilotos perdidos en el desierto durante varios días. No faltan anécdotas de pilotos que han arreglado su tubo de escape utilizando latas de sardinas o recorriendo 300 km de desierto en taxi para comprar el recambio. Todo ello ha hecho grande la aventura.
El Dakar significa velocidad, pero también ingenio. Sangre fría para mantener el rumbo durante muchos km sin nada para orientarse o para decidir la ruta adecuada. El GPS, el sistema de navegación vía satélite, elimino entrados los años noventa una de las dificultades básicas del Dakar: la navegación. Por ello, los organizadores han ido limitando la utilización de estos aparatos, hasta obligar a utilizar un único tipo a todos los participantes. Las ultimas ediciones de la década de los noventa se caracterizaron por un intento de retornar a los orígenes, limitando las asistencias (casi 1.000 personas) que se trasladaron en avión, limitado el GPS y con el fin de recuperar el espíritu de la aventura. Ahmedabad